Pensando Zara

¿La medida justa?
Quizás es que, sobre el daiquirí, como sobre los gustos, no hay nada escrito. A veces crees que te ha salido genial y te dicen, “hm, quizás demasiado azúcar”. Otras veces evitas el contacto visual con un cliente porque crees que la copa que le has preparado está escandalosamente cargada, y, sin embargo, te celebra el “delicioso sabor de los mejores daiquiris de Madrid”.
Una nunca sabe. ¡Aunque desearía saber!
Tenemos unas medidas más o menos estipuladas sobre cómo se prepara un buen daiquirí, directamente heredadas de mis abuelos. Pero no son tan cerradas como para que no puedan apreciarse cambios entre unas copas y otras según quién las prepare. Para empezar, hay distintos tipos de rones, distintas formas de llenar la cuchara de azúcar y, si nos ponemos un poco exagerados, hasta distintas formas de partir los hielos o de dejar batirse la mezcla. Qué sé yo.
A lo que voy es que: siempre se puede hacer un daiquirí regulero.
Por eso me encanta cuando los clientes veteranos que lleváis mucho tiempo viniendo, me decís: “los mejores daiquirís los preparaba tu abuelo” o “tu abuela, los de tu abuela eran los mejores”. Porque, aunque sé que tenían un don para entender los sabores y combinarlos, también sé que ellos no siempre los harían de la misma forma, ni con el mismo ron, ni con la misma cantidad de azúcar.
Y, aun así, para vosotros, algo de lo que ellos hacían, era siempre, y a pesar de los pequeños cambios del día a día: “lo mejor” “la medida justa”. Esto me conmueve. Creo que “la medida justa” de algo, es un fenómeno milagroso. Hace falta más que gusto para dar con la medida justa de una receta. Hace falta que mis abuelos fueran quienes fueron, y que vosotros fuerais quienes fuisteis, en ese momento, en ese Madrid.
Siento un gran respeto y admiración por esa historia de amor, clientes – hosteleros, que sucedió en aquel Zara del que yo participé de niña.
¡Que siga en el recuerdo! Y que sigamos brindando con daiquirí, ¡a pesar de todo!
De Zariana, con cariño
